“El Siervo de Dios que restaura lo roto y aviva lo apagado”—Isaías 42:1-4

Iglesia Presbiteriana Pacto de Cristo

Hemos fallado tanto a Dios que tiene razones suficientes para desecharnos como cañas inservibles. Le hemos dado tantas razones para que finalmente apague la mecha humeante de nuestra débil piedad. Pero no lo ha hecho, ni lo hará. Dios tiene contentamiento y deleite en su Siervo escogido, en quien su Espíritu reposa, y este Siervo fiel, no descansará ni desmayará hasta que en la tierra reine la justicia y las costas amen su ley.

Este Siervo fiel, cumplirá todas las estipulaciones del pacto de gracia en favor de los suyos:

“Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas. Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria” (vv.6-8).

El puritano Richard Sibbes comenta de este pasaje lo siguiente: "¿Qué es el evangelio en sí mismo sino una mediación misericordiosa, en la cual la obediencia de Cristo es estimada nuestra, y nuestros pecados puestos sobre él, en donde Dios, de ser un juez, se convierte en nuestro Padre, perdona nuestros pecados y acepta nuestra obediencia, aunque débil y manchada? Ahora somos llevados al cielo bajo el pacto de la gracia por un camino de amor y misericordia ".